Primeras banderas argentinas
23/06/17
Autor: Camila Belén Palma
“Las derrotas sufridas por las armas patriotas en San Nicolás y Huaqui habían creado un clima de escepticismo. Belgrano, que se hallaba en Rosario con la misión de defender los pasos del Paraná, pensó que una forma capaz de elevar la moral de las tropas e inflamarlas del entusiasmo que necesitaban sería proporcionarles una insignia, que fuese como una proyección mayor de la escarapela, que el Triunvirato autorizara. De ahí que al inaugurar el 27 de febrero de 1812 la batería Independencia, emplazada en una isla distante poco más de 1.000 metros de la villa del Rosario, mandó formar a la tropa y, después de arengarla, ordenó izar el nuevo estandarte de la batería Libertad, sobre la barranca frente al río Paraná, mientras una salva de la batería Independencia atronaba el espacio.
En la comunicación que en la misma fecha cursó al Triunvirato expresaba: “Siendo preciso enarbolar Bandera y no teniéndola la mandé hacer blanca y celeste conforme a los colores de la Escarapela nacional; espero que sea de la aprobación de V.E.”. El gobierno desautorizó la medida, pero Belgrano no llegó a enterar porque ya había partido hacia el norte para tomar el mando del ejército.
En Jujuy –donde se hallaba con sus tropas– festejó el segundo aniversario de la Revolución de Mayo. Hizo celebrar el solemne tedeum en la iglesia matriz, y el canónigo Juan Ignacio Gorriti bendijo la insignia celeste y blanca que el mismo Belgrano sostenía en sus manos. Finalizada la ceremonia, el nuevo pabellón fue paseado y llevado hasta el Cabildo en lugar del estandarte real, como se había hecho hasta entonces. Una salva de honor lo saludó al ser enarbolada en el edificio del viejo Ayuntamiento. A la tarde, formadas las tropas en la plaza ante la Bandera, Belgrano arengó a los soldados y al numeroso público que presenciaba la escena: “¡Soldados, hijos dignos de la Patria, camaradas míos!... El 25 de Mayo será para siempre un día memorable en nuestra historia, y vosotros tendréis un motivo más de recordarlo cuando en él, por primera vez, veis en mis manos la Bandera nacional que ya os distingue de las demás naciones del globo…”
El 28 de Mayo informó al Triunvirato: “He tenido la mayor satisfacción de ver la alegría, contento y entusiasmo con que se ha celebrado en esta ciudad el aniversario de la Patria”. El general estaba convencido deque su gesto había dado nuevos bríos al ejército derrotado en el Desaguadero; tanto es así que agregaba: “Puedo asegurar a V.E. que vi, observé el fuego patriótico en las tropas, y también oí en medio de un acto tan serio murmurar entre dientes: nuestra sangre derramaremos por esa bandera”. El gobierno interpretó esta actitud como una desobediencia y el 27 de Junio le dirigió una severa reprimenda por la pluma de Rivadavia: “el gobierno deja a la prudencia de V.S. mismo la reparación de tamaño desorden, pero debe prevenirle que ésta será la última vez que sacrificará hasta tan alto punto los respetos de su autoridad y los intereses de la nación que preside (…) V.S. a la vuelta de correo dará cuenta exacta de lo que haya hecho en cumplimiento de esta superior resolución”. Belgrano dolorido, respondió el 18 de julio. Explicaba que había enarbolado la bandera, tanto en el Rosario como en Jujuy “…en mi deseo que estas provincias se cuenten como una de las naciones del globo”; pero no habiendo el gobierno declarado la independencia no le cabía otra actitud que recogerla “y la desharé –escribía– para que no haya ni rumores de ella… pues si acaso me preguntaren por ella responderé que se reserva para el día de una gran victoria… y como ésta está muy lejos todos la habrán olvidado”. Es evidente que Belgrano no sólo había tenido el propósito de suministrar una insignia para sus tropas, sino de crear una bandera para una nación soberana”.