Encanto
18/09/17
Con el apoyo de la Cámara de Turismo y el Municipio del departamento Felipe Varela, un grupo de periodistas de medios nacionales y locales realizaron una travesía por el Corredor del Bermejo, donde visitaron centros de interés turístico.
ENVIADO ESPECIAL. Los informadores públicos que representaron a los medios masivos como Clarín, América 24, revista Rumbos y Medios EL INDEPENDIENTE , los cuales como ‘Fam Press’ recorrieron distintos centros turísticos que componen el Corredor del Bermejo.
Como eje principal, se logró a través de una aventura de cinco días conocer y disfrutar de la riqueza paisajística, gastronómica, histórica y cultural que el oeste provincial tiene para ofrecer, ya que atravesado por la mítica Ruta Nacional Nº 40 ofrece una gran variedad de opciones que rodean la localidad de Villa Unión.
La travesía se inició por la Ruta Nacional Nº 40 hasta llegar al primer destino, la Cuesta de Miranda. El camino que une a Villa Unión y Chilecito fue recientemente renovado con pavimento y banquinas de seguridad, convirtiéndose en un recorrido seguro y ameno para los viajantes. Tiempo atrás era reconocido por los aventureros debido a las dificultades para transitar, dado que constaba de un angosto camino de cornisa que colgaba de las abruptas paredes de la quebrada del río Miranda, cuyo nombre se debe al primitivo dueño de estas tierras, quien fuera el capitán español Don Juan de Miranda.
Dicho tramo fue construido entre los años 1919 y 1928, convirtiéndose en una maravilla de ingeniería para la época, ya que su parte más alta descansa en el conocido Bordo Atravesado, con 2.040 metros sobre el nivel del mar.
Tal como se pudo observar, ciertas secciones del tramo se encuentran construidas sobre bases de pircas, costumbre heredada del imperio incaico que consistió en apilar piedras cortadas a mano que permiten la uniformidad del terreno.
En todo el tramo están expuestas sobre las faldas de la sierra rocas de color rojo pertenecientes a la Formación Patquía del período Pérmico, lo que generó que la belleza del recorrido se aprecie más si se hace en vehículo, de modo que el viajero pueda detenerse y estar todo el tiempo necesario para admirar la cuesta.
AICUÑA, LA VUELTA OBLIGADA
Luego de transitar la Cuesta de Miranda, la primera parada se hizo en Aicuña, un pequeño pueblo escondido entre las montañas, de nombre quechua que significa ‘vuelta obligada’, dado que el único camino que conduce hasta la entrada del pueblo es también la salida del mismo.
Aicuña, ubicado a 8 km de la Ruta Nacional 40, en el tramo de la Cuesta de Miranda, a la altura del paraje las Higueritas, lleva consigo una importante carga histórica que data más de 400 años.
Su población aproximada asciende a los 300 habitantes, ostentando así un cierto equilibrio poblacional. Clasificado como un pueblo ‘nogalero’ debido al microclima que se desarrolla a su alrededor y su gran calidad de producción de nuez, producto comercializado en la zona. Además, muchos de sus habitantes conservan prácticas ganaderas, criando vacas y cabras sobre las grandes extensiones adyacentes al pueblo y cuya crianza les permite autosustentarse para su consumo.
Su calle principal “23 de Enero”, llamada así por su fecha fundacional, bordeadas de pircas, longevas casas hechas de adobe y una gran variedad de montañas que lo custodian, Aicuña se convierte en un punto clave en el trayecto del viaje; con posibilidades de alojamiento y variedades de platos autóctonos para degustar.
La propuesta del lugar invitó a caminar sin rumbo predestinado, y su vasta vegetación regional, caracterizada por hierbas aromáticas adornan al paseo que no hace más que despejar la mente y ayudar al relajamiento.
Otra de las opciones es la trepada hasta un mirador, el cual en su cúspide es coronado por una imagen de la Virgen del Rosario, patrona del pueblo. Sobre él se puede apreciar la vista de toda la villa y si se alza la vista un poco al sur, se puede anticipar el encanto de los cañones del Talampaya.
NELY Y SU AFÁN ROJIZO EN UNA COPA
Nely, una de las habitantes más caracterizada de Aicuña, vive en la casa más vieja del pueblo, con aproximadamente 200 años, según los dichos de su suegra, quien hoy ostenta 92 orgullosos años.
Reacondicionada por las manos de su propio hijo, la convirtió en un parador turístico que incluye la venta de los productos que ella misma elabora junto a su familia, a modo de emprendimiento casero.
Su hija y su yerno, son los encargados de fabricar el único vino característico de Aicuña y Nely confecciona canastas de mimbre y tejidos de lana, que junto a una bolsita de las tan codiciadas nueces junto a los aromáticos ‘yuyitos’ autóctonos se convierten en el combo perfecto para quien se apasiona de los productos regionales. Sin duda, una parada obligatoria para el pueblo que despide con la misma mano que lo saluda al ingresar.