La muerte de un martir
19/11/18
Autor: César Eduardo Lalo Varas, Vinchina
“¡Cobarde…matar a un hombre rendido! fueron las palabras que el brigadier general de la Nación, Angel Vicente Peñaloza, como una recriminación, le espetó al mayor Pablo Irrazabal, cuando éste alevosamente le hundió en el vientre, con saña, odio y rencor la lanza criminal, un día 12 de noviembre de 1863, en el rancho del Chacho, en Loma Blanca (hoy lugar histórico), donde mateaba tranquilamente con su esposa, la valerosa y fiel compañera de tantos entreveros, doña Victoria Romero.
No conforme Irrazabal con el lanzazo, ordenó ultimarlo a balazos y que le seccionaran la cabeza al mártir de Olta para exponerla en la plaza del pueblo.
Un crimen horrendo que festejaron los unitarios y despertó furibundas críticas de varios escritores como José Hernández y Juan B. Alberdi, entre otros. Así moría indefenso y rendido, después de luchar tanto por su gente y la causa federal, en aquel contexto histórico de enfrentamientos entre federales y unitarios.
El Chacho era rubio cuando joven, de ojos azules, fuerte como un quebracho, piadoso, humano, católico e incansable en sus campañas, no era un “leído” como cuenta don Miguel Bravo Tedín, ni un estratega como el Manco Paz, pero intuitivo, con esa sapiencia criolla innata, honrado y justo, destacado por su bravura y valentía en los combates, como en La Tablada y en Las Playas.
Vivía, vestía y comía como sus hombres, no era rico como Facundo, Rosas o Urquiza, era distinto a los otros caudillos, valeroso al extremo, el más humano de todos. Cuando firmó el Tratado de La Banderita y devuelve todos los prisioneros, a quienes trató con respeto mientras el jefe enemigo Rivas, uno de los coroneles de Mitre, no devuelve ninguno, pues los había fusilado, el Chacho se sintió amargado por enfrentarse a enemigos tan crueles y sanguinarios.
De su valentía ni hablar, en la Batalla del Rincón se enfrentó Quiroga y Lamadrid, eternos enemigos, Gil Navarro nos narra que el general Quiroga carga en persona, en eso observó que el teniente Peñaloza desmontado y ocupado en un menester, en medio del combate, le grita “teniente Peñaloza es un cobarde, si tiene miedo de morir en batalla, morirá en mis manos”, a lo que el Chacho le responde “Eh…bárbaro, no ve mi general que me estoy atando las tripas que se me van derramando”, recién Facundo se percata que Peñaloza se vendaba una herida en su vientre. Finalizado el vendaje, montó a caballo y siguió luchando.
En la Batalla El Manantial, su mujer Victoria Romero, valiente como él, que siempre lo acompañaba, arremete con coraje para salvar a su marido acorralado, recibe en el entrevero un sablazo en su frente, de tal circunstancia quedó esta copla popular:
Doña Victoria Romero/ si usted quiere que le cuente/ se vino de Tucumán/ con un hachazo en la frente.
El Chacho no era soberbio ni tirano, mandaba y aglutinaba hombres con su hidalguía y ejemplo, era el padrecito de los pobres, un gaucho noble, su pueblo lo quería, respetaba y apoyaba, al morir Quiroga, Peñaloza quedó a cargo de las luchas federales contra el centralismo porteño. Quien no conoce la idiosincrasia de La Rioja, se sorprenderá porqué en la memoria colectiva del riojano, siguen vigente Facundo, Peñaloza y Varela, por sus luchas para lograr un país federal, ideales que han trascendido hasta la actualidad. Bien se sabe, que el presidente Mitre dispuso terminar con sus feroces coroneles, las montoneras en nuestra Provincia y Domingo F. Sarmiento, el director de Guerra, comandaba las operaciones y al enterarse del asesinato del Chacho, aplaudió el “Padre del Aula, tal noticia, más por la forma en que se concretó.
León Benarós y Jorge Cafrune, inmortalizaron la muerte del más noble de nuestros caudillos, en versos inolvidables:
En un horcón de algarrobo/ el Chacho queda sujeto/ ya le pegan cuatro tiros/ ya el crimen está completo/ y para que haya señores/ de todo como en botica” a la cabeza del Chacho/ la exponen en una pica./ Ya se acabó Peñaloza/ ya lo pudieron matar/ tengan cuidado señores/ no vaya a resucitar ”.