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Comenzaron los homenajes para recordar al laico Wenceslao Pedernera

Dando continuidad al cronograma de celebraciones que evocan a los mártires riojanos, hoy en la capilla “Sagrado Corazón” de Sañogasta se realizó, a partir de las 9, el taller “Familia, vida cristiana y martirio” del laico Wenceslao Pedernera, quien fuera salvajemente asesinado por la dictadura militar. A partir de las 11 se celebró la Santa Misa y a posterior los presentes compartieron un almuerzo..



Con la iglesia colmada de fieles se realizó la misa para recordar al laico Wenceslao Pedernera, la misma estuvo presidida por el Obispo Marcelo Colombo. En la oportunidad también estuvieron presentes dos postuladores de la Iglesia el vicepostulador fray Martín Bitzer (argentina) y el postulador general Damián Patrascu, desde Roma.

El programa de actividades continúa el domingo 23, a las 11, con una celebración religiosa; el lunes 24 tendrá lugar la Misa de fin de triduo y el martes 25, a las 16:30, se hará el responso de Pedernera en el cementerio local. 

El 25 de julio de 2010 la viuda de Wenceslao Pedernera, Coca Pedernera, habló por primera vez con la prensa a 34 años del asesinato de su esposo, en una entrevista que cedió en exclusiva a EL INDEPENDIENTE. Reproducimos un fragmento de aquella nota que llevó por título: “Wenceslao Pedernera dejó todo por la iglesia riojana y por La Rioja”.

Wenceslao Pedernera nació el 28 de septiembre de 1936 en Los Jagüeles, La Calera, provincia de San Luis. Tuvo dos hermanos y una hermana que falleció recientemente. Se cruzó en la vida de “Coca” cuando él tenía 25 años de edad, en Mendoza, adonde llegó junto con otro grupo de trabajadores que se dedicaban a enmaderar las viñas. El padre de “Coca” por ese entonces estaba a cargo de 22 hectáreas que pertenecían a un italiano de apellido Gargantini propietario también de numerosos viñedos.

Coca y Wenceslao se conocieron en junio de 1961 y debido a que el padre de ella no autorizaba el noviazgo, deciden casarse el 24 de marzo de 1962, en Mendoza, en la Iglesia San Isidro Labrador, ubicada en Rivadavia, al este de Mendoza.

“Cuando éramos novios yo soñaba casarme de blanco y por la Iglesia, yo era muy religiosa pero el no, “yo a los curas no los quiero”, me decía, entonces le dije que no me casaba. Después de unos días volvió para decirme que estaba dispuesto a casarse por la Iglesia”.

Eran buenos tiempos para la familia Pedernera, Wenceslao fue tomado como empleado efectivo en las Bodegas Gargantini trabajando en el control de los viñedos.

Por esos años dentro de la misma finca de Gargantini, se construyó una Iglesia en donde se hacían procesiones y novenas a cargo de sacerdotes misioneros y a las que asistían muchísimos fieles. Fue en una de esas misas en las que Wenceslao oyó un mensaje bíblico que cambió su forma de pensar respecto a la institución eclesiástica.

La “Iglesia de Gargantini” como se la conocía, no tenía comisión protemplo que se dedicara a la organización y coordinación de las actividades dentro de la misma institución y es a través de la iniciativa del Padre Plaza, que Wenceslao y Coca conforman la que fue la primera comisión junto a otros vecinos.

“A partir de eso Wence se entusiasmó mucho, no le importó mas nada. Lo único que le interesaba era Cristo y la iglesia. Ahí conocimos a Carlos Di Marco y Rafael Sifré que trabajaban a nivel nacional y mundial porque solían viajar al exterior también. Ellos tenían mucho contacto con monseñor Angelelli y querían que Wence se venga a La Rioja porque hacían falta personas como él para trabajar en la iglesia o con la gente necesitada. Yo no quería venirme porque estábamos bien en Mendoza. “Acá también hay gente necesitada” le decía yo pero él, que ya había hecho un primer viaje a La Rioja, me decía que “La Rioja es otra cosa”, “vos no sabés como es la gente allá”.

La familia llega a La Rioja

En junio del 73 Wenceslao, Coca y las tres hijas de ambos, llegaron  finalmente a La Rioja, para instalarse en Anguinán donde Wenceslao realizaba trabajos para una finca. Luego se trasladaron a Sañogasta y de ahí a la parcela “La Buena Estrella” que compartieron con los sacerdotes Sifré, Di Marco y Gonzalo Llorente. “De la parcela nos volvimos porque yo no aguante más, nos levantábamos a las 5 de la mañana y era muy sacrificado estar lejos trabajando. Yo en Anguinán había visto una pobreza muy grande con casitas hechas de cartón y cortinas de género. Se me paralizó la mitad del cuerpo cuando me choque con eso porque yo había vivido y sufrido la pobreza de cerca, cuando fui niña”.

“Una francesa que se llamaba Magdalena había comprado 221 hectáreas en Sañogasta y quería formar una cooperativa de trabajadores. Algunos aceptaron porque les pagaban, otros no aceptaron porque leíamos el evangelio los fines de semana y después nos reuníamos a comentar y opinar sobre lo que habíamos leído, por eso nos tomaron por comunistas y extremistas porque no habían visto nunca que se hiciera eso. Otros en cambio siguieron con nosotros, nos acompañaron bien, se nos vendía el agua de riego, pero después eso quedó en la nada”.

“Trabajando en la cooperativa que se estaba formando es cuando fallece Wenceslao, se dispersó todo entonces. Yo me fui a Mendoza con mis hijas y cuando volvi, despues de algunos meses, había perdido todo. Por las lluvias se inundó toda la casa, no me quedó nada”.

Así nada más

La madrugada del 25 de julio de 1976 cuando la familia Pedernera dormía golpearon la puerta y Wenceslao se levantó a abrirles a quienes ahí mismo le dispararon. “Que me fuera a Mendoza con las chicas, que no volviera nunca más a La Rioja y que no ponga nunca más un pie en esta casa, fue lo último que me dijo”, pero es algo que jamás pude hacer porque no conseguí donde irme en Mendoza”, recordó Coca mientras continuó “junto con un vecino que me ayudó cargamos a Wenceslao y mis hijas en una camioneta y así llegamos al hospital de Chilecito que estaba rodeada de policías y gendarmería. Mientras a él lo atienden ami me encierran en una pieza para tomarme declaración pero nunca me dijeron quiénes eran. Mis hijas estaban detenidas en otra pieza, gendarmería y policías por todos lados. Cuando les cuento qué había pasado me dijeron “nosotros buscabamos al cura Andrés y al cura Paco” (Paco Dalterochi y Andrés Serieye, sacerdotes franceses)”.

“Me dijeron eso, así nada más, fríamente”.  

Así nada más nacía el recuerdo de Wenceslao Pedernera, un hombre que era de poco hablar pero de mucho trabajar, apasionado por las labores de la tierra y por brindar sus servicios a quien se lo pidiera.

Para finalizar la viuda de Pedernera manifestó “Agradezco los homenajes que se hacen a Wenceslao que recuerdan que el dejó todo por la iglesia de La Rioja, dejó todo por La Rioja, dejó todo porque le gustaba monseñor Angelelli, le gustó como se trabajaba en las iglesias de La Rioja, y con los grupos cercanos a monseñor Angelelli. Pero yo quedé desamparada cuando él ha muerto, todo el peso me tocó ami, nadie se me arrimó a preguntarme cómo estaba. Fue terrible para mi, me han molestado siempre. He llorado muy mucho y lo de Wenceslao está vivo en mí”.