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En Argentina se colocan más de 75 stents por día

En el marco del 43º Congreso Argentino de Cardiología, los especialistas del Colegio Argentino de Cardioangiólogos Intervencionistas (CACI), disertaron sobre las variantes que presentan los stents, cuáles se utilizan con mayor frecuencia y qué innovaciones se pueden desarrollar a futuro. Según el registro del CACI, se colocan más de 28.000 por año en Argentina, lo que implica unos 75 por día..



Los stents son pequeños tubos de malla metálica o biodegradable que se utilizan para asegurar el correcto flujo de la sangre en los casos en los que las arterias se encuentran obstruidas. Fundamentalmente, se utilizan en procedimientos por cateterismo para tratar infartos agudos de miocardio, angina de pecho u obstrucciones coronarias, aunque su uso en los últimos años se ha extendido también a otros territorios vasculares.

En opinión de Aníbal Damonte, cardioangiólogo intervencionista vicepresidente del CACI, de acuerdo con los datos del Registro del CACI correspondientes al año 2015, se colocan más de 28.000 stents coronarios por año en la Argentina, de los cuales aproximadamente el 70 por ciento corresponde a stents con liberación de fármacos en la pared arterial, para disminuir la chance de nuevas obstrucciones en el sitio tratado.

“Sin embargo, es muy probable que la cifra real sea bastante mayor, ya que por tratarse de un registro voluntario, no todos los centros aportan su información. Comparado con registros previos, surge que la tasa de uso de stents con liberación de fármacos se incrementa año tras año”, afirmó Damonte.

Tipos de stents

Existen tres grandes tipos de stents: los tradicionales, los liberadores de droga y los biodegradables o bioabsorbibles. El primer tipo fue el que se desarrolló inicialmente, sostienen la luz (espacio interior) de la arteria de manera mecánica y luego permanecen allí. Si bien constituyeron un hito en el tratamiento de las obstrucciones arteriales, no menos cierto también fue que presentan un importante nivel de reestenosis (nueva obstrucción).

Luego, llegaron los stents liberadores de droga, que sumaron otra función: la de progresivamente liberar un fármaco que contribuye a impedir la proliferación excesiva de células que pudieran re-ocluir la luz de la arteria. Finalmente, en los últimos años, se presentaron los stents ‘biodegradables’ con la característica de, además de liberar droga, ir disolviéndose con el tiempo, con una duración aproximada de 3 años. No obstante, los expertos aseguran que se necesitan mayores investigaciones a largo plazo para determinar si su utilización es conveniente y en qué circunstancias, y trabajar también sobre alguna de sus desventajas, como por ejemplo su grosor, que es mayor que otros tipos de stents.

“Las ventajas de los stents farmacológicos son las de tener una menor incidencia de nueva necesidad de reintervención en el vaso tratado, por mantener un más alto porcentaje de vasos permeables sin nueva reobstrucción del vaso tratado con la angioplastia”, consignó por su parte Alejandro Cherro, cardioangiólogo intervencionista y presidente del CACI. “Mientras que los stents bioabsorbibles contienen los mismos fármacos de los stent farmacológicos, con la diferencia que su estructura desaparece totalmente a lo largo del tiempo”, agregó  Cherro.

No obstante, afirmaron los expertos en el IX Simposio TCT@CACI@SAC, llevado a cabo durante el 43° Congreso Argentino de Cardiología, no existe una indicación única y universal respecto de los stents. Cada cardioangiólogo deberá evaluar la condición médica y la situación de cada paciente para la elección del dispositivo más adecuado para cada ocasión.

Respecto de la cantidad de stents que se recomienda colocar por procedimiento, José Alvarez, médico especialista en cardioangiología intervencionista y miembro del CACI, explicó que tampoco existe un límite preestablecido, pero recordó que no deja de ser un elemento extraño dentro del cuerpo, por lo que aconsejó colocar sólo los que sean estrictamente necesarios para mantener la arteria abierta.

Alvarez destacó también que “es importante recordar que el uso de los stents se ha ampliado con éxito en otros territorios vasculares: no sólo se colocan para tratar obstrucciones de las arterias coronarias, sino también en carótidas, arterias renales, arterias de miembros inferiores, aorta, arterias intracraneanas, subclavias e incluso en venas, aunque aquí su uso es mucho menos frecuente que en las arterias.

El procedimiento

Para colocar un stent, por ejemplo en el marco de un procedimiento de angioplastia, el cardioangiólogo intervencionista realiza una punción de una arteria en la ingle (vía femoral) o la muñeca (vía radial) con el objeto de ingresar en el sistema vascular arterial. Desde allí y bajo control radiológico utilizando un circuito cerrado de televisión, con un equipo especialmente diseñado para esto, se introducen unos tubos de plástico denominados catéteres de alrededor de 2 mm de diámetro y 1 m de largo que avanzan hasta las arterias coronarias. Luego de poner el catéter en el origen de la arteria a estudiar, se inyecta una sustancia de contraste para poder identificar las obstrucciones.

Una vez realizado este paso, se las traspone con un alambre muy delicado y fino y utilizándolo como riel se avanza en su interior con un balón hasta el sitio de la lesión, allí se procede a insuflar (inflar) el balón, lo que permite desplazar el material que tapa la luz del vaso hacia la pared. En este momento, se realiza uno de los últimos pasos del proceso, que es la colocación del stent. Una vez posicionado en el sitio de la obstrucción, éste sostiene la pared del vaso permitiendo la normal circulación sanguínea e impidiendo la reobstrucción de la misma.

Todo este procedimiento se realiza generalmente con anestesia local, en la sala de hemodinamia con la asistencia de personal especializado y la dura entre 60 y 120 minutos. Generalmente, el paciente queda en observación unas 24 horas dependiendo de su condición médica, y podrá retomar sus actividades cotidianas aproximadamente en una semana.

Cuidados posteriores

Con respecto a los cuidados posteriores a la intervención, “los pacientes deben cumplir con el tratamiento antiagregante plaquetario y con un estricto programa de prevención secundaria de la enfermedad coronaria. Ésta consistirá básicamente en instrumentar conductas tendientes a evitar el desarrollo de nuevas obstrucciones en otras arterias coronarias, como eliminar el tabaquismo (si fumase), modificar hábitos alimentarios, un control estricto del perfil de lípidos y de la presión arterial, de la diabetes en quienes sufran esta enfermedad, del estrés, y un plan de actividad física adaptado a las posibilidades de cada paciente, siempre en el marco de un programa diseñado y supervisado en conjunto por el cardiólogo de cabecera y el cardioangiólogo intervencionista”, concluyó Damonte.