Diario El Independiente || Edición Digital
Skip to main content

Elogio de la metida de pata

Meter la pata, decir una inconveniencia, una crítica mordaz y tantas otras cosas que nuestra lengua viperina nos permite decir, a más de todas las inconveniencias que molestan al prójimo sin abrir la boca es algo cotidiano y universal, generalmente muy criticado por aquellos que son victimas de la metida de pata pero que a la hora de recordar la nuestra es común no que tengamos vergüenza de lo que hicimos sino que ubicamos la cuestión en el mundo del humor y de la risa o, mejor del cinismo que en más o en menos todos tenemos aunque muchos lo sepan disimular. Algunos ante una metida de pata pue.



¿Cómo pude decir eso? ¿Qué me pasó? Y así hasta el hartazgo.

Si bien se mira esto de meter la pata termina siendo una suerte de buen chiste, chiste negro, de buen humor que no hay para qué negar ni arrepentirse de haber metido la pata. Muchos hay entre los que me incluyo que cultivamos desde siempre este criticado y arte menor de meter la pata. Por ello no es bueno que el metedor de pata no asuma como corresponde su condición de tal y termine arrepintiéndose, maldiciendo su acción y cuestiones de muy mal gusto como esta. La postura correcta es asumir su vicio o virtud según se vea y en lo posible sentirse maravillosamente bien, contento y muy optimista de que en el futuro dirá o hará cosas peores en esta disciplina tan humana como es meter la pata, pues la misma tiene incuestionables valores que hay que saber aprovechar. Si uno pregunta a cualquiera, recordará éste generalmente riendo una buena metida de pata de la que se acordará toda su vida. Y es curioso porque de este tema tan importante y significativo poco se ha escrito o dicho aunque no dudamos que en los libros de psicología, disciplina que profunda y personalmente detesto figure esta noble practica como algo cuestionable que muestra la profundidad de nuestros vicios y el trauma genético que nos lleva a decir o hacer inconveniencias que pueden o suelen molestar al prójimo.

Recordaba alguien a quien consulté que su más recordada metida de pata fue cuando viendo una exposición de arte caminaba por la misma y un joven se le acercó y le comenzó a dar charla. Como quien no quiere la cosa le preguntó a quien esto me contaba, “¿que le parecía la exposición?” Y el interrogado respondió con mucha seguridad: “me parece una porquería”. Y entonces el preguntón lo único que dijo fue: “yo soy el autor”.

Hace un tiempo salí de mi casa y frente a la misma observé estacionado un viejo auto oxidado y hecho pelota y a un hombre que daba vueltas alrededor del mismo. Supuse lógicamente que ese hombre era un policía municipal,  gremio con el que no suelo llevarme muy bien y entonces me surgió del fondo de mi espíritu anarquista mi profundo rechazo y le dije a viva voz: “H.D.P siempre buscando ustedes la oportunidad de meter una multa ¿No te da vergüenza, querer meterle una multa a ese auto que da asco y que se cae a pedazos?” el hombre sorprendido me miró, levantó su mano en gesto de indignación y me gritó: “¡Viejo de mierda, este es mi auto!” y entonces comprendí que mi metida de pata fue incuestionable, me metí adentro, me senté y estuve un buen rato riéndome.

Haga la prueba, y me dará la razón, pues si bien en un principio meter la pata suele avergonzarnos y molestarnos a la larga o a la corta nos sigue causando mucha risa. Y es que meter la pata es sin duda un buen chiste que hacemos generalmente sin darnos cuenta y en el fondo si bien son muchas de ellas muy crueles casi todas no son sino inocentes expresiones humanas.