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Continúa la polémica por el cuento ganador Yo Mujer

La estudiante de Letras, Marianela Peña Pollastri se expresó respecto a la polémica generada por el texto ganador del concurso Te cuento la Chaya, de María Molina..



Hace unos días apareció el resultado del concurso nacional de microficción Te cuento la Chaya, en su versión 2018. El primer premio fue para Yo mujer de María Mercedes Coni Molina. Es llamativa la polémica que generó la elección del jurado. Muchos/as la criticaron porque el relato “no representa lo linda que es la Chaya”, “no define la gran fiesta de todos los  riojanos”, “no cuenta la alegría de la fiesta”. Y claro, pues el microrrelato cuenta la historia de una mujer a la que la Chaya solo le recuerda que el hombre con el que convive andará borracho, tendrá que lavarle sus ropas enharinadas y la someterá sexualmente.

Las preguntas no tardan en surgir: ¿son legítimas este tipo de críticas en cuanto a un objeto literario ganador de un concurso? ¿cómo analizar y juzgar la literatura en estas condiciones de competición?

Lo primero que se me ocurre para proceder a clarificar un poco estas dudas, es revisar las bases y condiciones del concurso. Solo relacionando las producciones con ellas podremos juzgarlas y pensar en las premiaciones, porque es, en teoría, el marco de análisis que el jurado debiera haber tenido en cuenta.

Me encontré con que en ningún momento la consigna pide “definir la chaya”, “contar lo bella que es la chaya para promocionarla”, “escribir de manera políticamente correcta, con una temática inocente” o “buscar y justificar la esencia de la chaya”. No, la consigna es simplemente escribir un microrrelato en el cual aparezca de alguna forma la chaya, se la nombre, se la evoque, la contenga, que sea el escenario, etc. Daba bastante libertad para escribir.

De esto se desprende que, por un lado, se pide un microrrelato. Es decir, una narración de breve extensión (100 palabras o menos) y que tenga algún suceso sorpresivo (esta es solo una característica generalizada). Y luego, que de alguna forma se menciona la chaya, a decisión del escritor/a, el cómo.

Así deduzco que no, que de ninguna manera las críticas basadas en que el microrrelato elegido está mal porque debiera contar cosas bonitas, son legítimas. Además, ¿Desde cuándo la literatura solo debe hablar de cosas bellas? ¿Por qué deberíamos confundir literatura con textos de marketing o turismo? El fin es otro. Y la finalidad es sencilla, la producción de un microrrelato en el que se nombre la chaya, está en las condiciones del concurso que ya hemos revisado.

Otro aspecto a tener en cuenta en toda esta polémica, es justamente esto, que en la Ciudad de La Rioja una producción literaria sea motivo de polémica. No es algo de todos los días. Como estudiante de Letras, en algún punto me emociona que tanta gente de golpe esté opinando acerca de Literatura y se vea involucrada, que piense que el arte es objeto de crítica y que vale la pena hablar de ello. Y me parece perfecto, de hecho me encanta.

¿A qué se deberá esta situación? Hace años que se viene haciendo este concurso literario en febrero con motivos chayeros, pero es la primera vez que genera esta polémica.

También es la primera vez que la consigna es escribir un microrrelato. Y creo que ahí está la razón por la que de repente muchas personas opinan, no como antes. Porque justamente esta narración tiene la característica de ser tan breve que la lleva a poder ser leída rápidamente mientras bajamos en Facebook.

El microrrelato entra en una imagen en la que automáticamente podemos presionar “compartir” y escribir una opinión. Se torna muy accesible en tanto a lo comunicable. El microrrelato tiene ese formato compartible, opinable, veloz y masticable. Quizás sea este el motivo.

Esa es mi hipótesis acerca del por qué de la polémica, además de que, al parecer, hay muchas personas que estaban esperando producciones de promoción o delicadas, que excluirían muchas otras historias que no entraran en esa categoría, como el microrrelato ganador.

 

Aquí lo adjunto:

Yo mujer, de María Mercedes Coni Molina

Cómo odiaba el sonido de los coyoyos. No porque anunciaran la llegada del verano, sino que eran el preludio del Festival.

Los coyoyos chumados de algarrobas.

El hombre se iba a buscar changas y volvía impregnado del olor a vino, se tumbaba en el catre, la boca entreabierta, roncando. Entonces, hurgaba en sus bolsillos buscando una moneda que nunca hallaba.

Ojos enrojecidos, agrio el aliento, hediendo el cuerpo, me sometía allí donde yo estuviera.

Años lavando ropas enharinadas y suciedad de muchas noches.

Una mañana, volvió de la Chaya y del rancho encontró solo cenizas. Mis huesos nunca los hallaron.

 

Desgarrador. Teniendo en cuenta las bases y condiciones, puedo decir que cumple perfectamente con el cometido. Especialmente con el de dar un giro sorpresivo e impactante a la pequeña historia. Me parece totalmente destacable esta producción por varios motivos.

En primer lugar, es polisémico, es decir, puede tener varios significados. El final crudo que dice: “Mis huesos nunca los hallaron”, podría indicar que: la mujer quemó el rancho y se suicidó, no encontraron sus huesos porque se hicieron cenizas y se mezclaron con los otros restos; o, que nunca encontraron nada de ella porque quemó todo y se fue, podría significar la emancipación de la mujer, la liberación de su situación de sometimiento.

En segundo lugar, es tradicionalmente significativo. Díganme si la historia de la mujer que sufre y el hombre que se va de fiesta, se emborracha, danza y se enharina, no recuerda un poco a aquella lejana leyenda de Chaya y Pujllay. Díganme si el fuego y las cenizas no es algo que aparece en cada febrero, en la antigua leyenda y en este microrrelato.

Por último, no puede obviarse que la narración ganadora toca una problemática real que existe desde hace siglos, pero que actualmente tiene mucho peso hablar de ello: la violencia de género. Se vuelve actual pero no pasajero, no anecdótico. Toca una realidad cruel y palpable, de violencia y de pobreza.

En fin, lo lamento para quienes pretenden que la literatura sea siempre bonita, inocente, neutral, políticamente correcta y alejada de la realidad, que cuente historias de princesas y caballeros. Existe otra literatura, y es esta, la que evoca y genera discusión, la que nos interpela.