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Un taller textil se convirtió en la salida laboral de cinco mujeres

María Eugenia Bazán trabajó alrededor de 10 años en Colortex, una fábrica textil de La Rioja. Luego de los despidos, Eugenia pudo encontrar un camino, creando su propio emprendimiento que dio origen a su propio taller de costura..



Corría el año 2010 cuando le comunicaron a María Eugenia la decisión de la empresa de dejarla sin trabajo. Luego de 11 años de servicios dedicados a esa fábrica, la noticia más traumática llegó en el peor momento. “Yo estaba embarazada de mi primer y único hijo cuando me llamaron para comunicarme sobre el despido, sentía como que se me caía el mundo, la verdad que no esperaba eso pero me aferré a la idea que tenía que salir adelante”, dijo emocionada la entrevistada.

Asimismo resaltó que “fue muy duro, pensaba que venía mi primer hijo y me pasaba esto, necesitaba comprar cosas, pero no me quedaba otra que salir adelante, no tenía otra opción. En ese tiempo despidieron a 100 compañeros, y hoy se dedican a lo mismo”.

Los inicios

La salida más rápida de esta mujer, sin dudas, fue hacer principalmente lo que sabía, que era coser, sumado a eso, todo lo aprendido en la fábrica. “Hace dos años que armé este taller y vienen varias chicas que quieren aprender y vieron en este trabajo una salida laboral y un ingreso más para sus hogares”, detalló la encargada del taller.

Además destacó que “son cinco mujeres las que trabajan acá que, en un principio, vienen a aprender para tener experiencia y tomar trabajos en otros lados. A mí la verdad me gusta ayudarlas y que aprendan, hay mujeres que quieren salir adelante y encontraron en este taller una nueva forma de trabajo”.

“No me molesta explicar, no les cobro nada, somos un equipo que empezamos haciendo cosas pequeñas para vender, y hoy nos dedicamos a hacer indumentaria para los jardines y escuelas  tales como conjuntos de buzos y pantalones, bolsas con repasadores y toallas, mochilas, cartucheras, además de hacer las tareas de remiendo y arreglos a nuestros clientes”, sumó Bazán.

A medida que pasaba el tiempo, se pudo observar cómo Eugenia transformó su hogar en un taller. Hay repisas con hilos en el ingreso a la vivienda, las telas y los moldes están en un rincón de la casa, hay dos máquinas, sólo dos que les permiten realizar este laborioso trabajo. “En esta época hemos vendido muchas mochilas para el inicio de clases y los uniformes escolares para jardín, tenemos muchos pedidos, cada una tiene sus propios clientes y nos ayudamos unas a otras”, manifestó la mujer.

Del mismo modo relató que “aquí se trabaja en el horario de la siesta, a partir de las 14, cuando dejamos a nuestros hijos en el jardín o en la escuela. Son cuatro horas dedicadas de lleno al trabajo, se aprovecha cada segundo. Cuando tenemos muchos pedidos extendemos unas dos horas más y nos ayudamos mucho para no descuidar nuestro rol como mamás, hay que cumplir con las dos tareas”.

En cuanto a la materia prima, Eugenia mencionó que “a las telas las buscamos nosotras por nuestros propios medios, invertimos de lo que ganamos para comprar las telas. Empezamos este trabajo pegando afiches en donde publicitamos nuestros trabajos, los pegamos en las escuelas y nos empezaron a llamar para hacer encargos. Hay chicas que no sabían ni coser un cierre, que son arreglos que piden a diario, y me sentaba a explicarles que debían aprender, cosíamos y descosíamos hasta que aprendían”.

En tanto, sostuvo que “perdí un trabajo, pero si me preguntás lo que siento ahora, te puedo decir que siempre quise tener esto, desde chica soñé con tener mi propio taller y ayudar, enseñar y aprender nuevas cosas. La verdad que una mujer no puede vivir de la asignación de sus hijos, tiene que salir a trabajar para que pueda darle un futuro mejor, y eso lo destaco mucho cuando hablamos, que no nos debemos quedar y conformar con esa plata, si nosotras podemos dar más que eso”.

“Yo acá encontré un trabajo para crecer, la verdad que después de Colortex tuve otros trabajos siempre ligados a la costura, pero no me rendían económicamente, trabajaba ocho horas y la mitad del sueldo iba a parar a la niñera, descuidaba a mi hijo y venía muy cansada, era difícil sentarme a leer la tarea”, agregó Bazán.

Organización

La tarea de un taller depende de una buena organización y guía. 11 años dedicados a una fábrica textil, le permitieron a Eugenia no sólo cumplir el sueño de un emprendimiento propio sino a dirigir el trabajo para obtener mejores ganancias. “Ya pasamos la época escolar, entonces les dije a las chicas que en este tiempo vamos a empezar a hacer la colcha polar y los acolchados, la verdad que hay muchos otros trabajos que se pueden hacer como sábanas, pero, lamentablemente, no contamos con muchas máquinas que nos permitan hacer este tipo de indumentaria”, manifestó la entrevistada.

También mencionó que “todo tiene un tiempo de entrega, todo tiene fecha, la etapa del pintorcito y la toallita para los jardines ya la cumplimos, ahora vamos por otros trabajos como las camperas polares, bufandas, entre otras cosas. Hacemos muchos disfraces que piden en las escuelas, se hacen vestidos, se arreglan pantalones, nos llaman mucho para este tipo de trabajos,  lo que necesitamos urgente son más máquinas, hilos, con dos no damos abasto, a veces se sienta una y la otra cose a mano, necesitamos también tijeras, agujas”.

“En este emprendimiento se trabajan cuatro horas, y en caso, de tener trabajo para entregar a tiempo, se hacen dos horas extras. Trabajamos a la tarde en el horario que los chicos están en la escuela, por la mañana algunas mujeres trabajan en casas de familia limpiando, o planchando”, añadió la encargada.

Al describir la ardua tarea, Bazán sumó que “uno trata de que el producto tenga calidad para que lo sigan comprando, nos esmeramos mucho para que todo salga bien y esté todo prolijo. Tenemos proyectos y vemos tutoriales y buscamos aprender cosas nuevas. Somos cinco mujeres y un hombre que estamos trabajando y que tienen muchas ganas de salir adelante”.

Soñar en grande no es tarea que hace la gente a menudo, pero Eugenia se animó a decir que “quiero convertir esto en un gran taller que tenga todo los recursos para enseñar, me gusta esa tarea. Las chicas que venían no tenían idea de este trabajo, hasta le tenían miedo a la máquina, y les dije que es una máquina que uno la debe dominar, la máquina no nos puede dominar a nosotros”.

Al finalizar, la trabajadora dijo que “todas tienen un potencial, sólo depende de nosotras encontrar una salida y crecer. Acá veo mucha voluntad, hay miedos sí, pero hay que intentar, hay que seguir adelante, que no se queden con lo que obtienen de una asignación”.

“Yo les enseño gratis, si necesitan que vaya a sus casas lo hago, pero que salgan a aprender y no se queden. En mi caso, siento que gano mucho más trabajando en casa porque gano tiempo que le dedico a mi hijo, gano tiempo para criarlo y ayudando a otras personas”, concluyó la encargada.

Para mayor información sobre el taller, el mismo se encuentra en el barrio Argentino, en la calle La Quiaca, manzano 134. El teléfono de contacto es 380-4697296.