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Llega la muestra sobre Felipe Vallese "primer desaparecido político peronista"

A partir de hoy, a las 20:00, en el hall del Teatro Víctor María Cáceres, la Secretaría de Derechos Humanos junto a la Secretaría de Cultura de la Provincia, dejarán inaugurada la muestra fotográfica y de archivo que reconstruye la vida y trayectoria del líder sindical y militante peronista desaparecido en 1962. La presentación estará a cargo de su hijo, responsable de la exposición..



Felipe Vallese no siempre pudo llamarse Felipe Vallese, ni llevar ese nombre con el orgullo manifiesto y expandido como lo hace ahora. No pudo porque durante toda su infancia y adolescencia fue un riesgo y debieron recurrir a colocar en su documentación otro apellido para protegerlo. Tenía sólo tres años cuando su padre desaparece. Eran “los pasos previos” de uno de los periodos más siniestros de la historia argentina.

Felipe Vallese, su padre, trabajador y dirigente de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) y uno de los reorganizadores (“fundadores”, sostendrán muchos) de la Juventud Peronista, fue secuestrado por un grupo de policías el 23 de agosto de 1962 en plena calle.

Era joven, era delegado de la fábrica TEA, militaba en la resistencia luego de que Juan Domingo Perón fuera derrocado en el ‘55 y se iniciara la denominada “Revolución Libertadora”. Pedro Araumburu asumió como presidente de facto, le siguió -luego de las elecciones de 1958 con el peronismo proscripto- Arturo Frondizi; más tarde, otro golpe puso en el poder a José María Guido. En esos años se produjeron una serie de enfrentamientos armados y quedó conformado el Ejército Peronista de Liberación Nacional (EPLN).

Es en ese contexto que se produce la desaparición de Vallese, considerado así una de las primeras víctimas de lo que luego se impondría como una metodología del terrorismo de Estado. Jamás volvió a saberse nada de él, su cuerpo aún no fue encontrado. Su caso jalona un interrogante que se extiende a través de una búsqueda incansable y de la memoria que raya la ausencia. Por ese entonces, a viva voz en algunos de los escasos mítines políticos, por lo bajo en los barrios más humildes, en cualquier lugar donde se reunieran trabajadores, se entonaba: “un grito que estremece, Vallese no aparece”.

Para indagar en la historia, para vivir la suya propia, Felipe Vallese volvió a ser Felipe Vallese una vez que el país recuperó la democracia. Antes, compañeros de su padre lo protegieron, lo sacaron de un Colegio de Pupilos donde había sido internado como huérfano, lo criaron bajo otro nombre. Al terminar la escuela obligatoria, lejos de la política y a medias enterado sobre quién había sido ese joven al que apenas había comenzado a conocer, cuando los homenajes no alcanzaban a rellenar los dolorosos retazos en los que se difuminaba su identidad, “siempre en las sombras”, eligió desempeñarse como técnico mecánico y trabajar, sencilla y silenciosamente. Fierros, autos, algunos de competición, ocuparon sus horas.

Hasta que un día, Eduardo Luis Duhalde, que se desempeñaba como secretario de Derechos Humanos de la Nación durante el gobierno de Néstor Kirchner, lo convocó a su despacho. Y no sólo a su despacho, puso todo a su disposición para llamarlo a iniciar una tarea especial, otra refundación, lo que él ahora, a sus casi 60 años, define como “la construcción de la memoria de mi viejo”. Así Felipe Vallese (hijo) se asumió creador de una nueva huella en el camino, responsable de un legado, perdió el temor a “usufructuar un nombre” con el que no había creado un vínculo. Desde 2005 recorre el país con la muestra fotográfica y de archivo sobre su padre desaparecido; convertido para el peronismo en símbolo de lucha y militancia obrera. Para él, su propia identidad, la respuesta a los muchos signos de pregunta que se le impusieron siendo un niño. La rendija por la que la luz crece.