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Presión internacional sobre Israel tras el violento operativo en Gaza

Israel enfrentaba una ola mundial de repudio luego del baño de sangre provocado por la represión de las protestas palestinas en la Franja de Gaza, que ayer dejó 60 muertos y más de 2400 heridos, incluidos chicos, en el día más sangriento del histórico conflicto entre israelíes y palestinos desde 2014..



La ola de indignación alcanzó al gobierno de Donald Trump, quien brindó un respaldo férreo a Israel y reforzó su alineamiento total con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. Varios países cargaron contra la decisión de Trump de trasladar la embajada de Estados Unidos a Jerusalén, inaugurada anteayer. Arabia Saudita, aliado de Washington y jugador clave en Medio Oriente, calificó la movida como "un sesgo significativo contra los derechos históricos y permanentes del pueblo palestino".

En Nueva York, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas fue otra vez escenario de un choque entre las potencias globales y de visiones antagónicas sobre el origen de la violencia que ha sacudido una de las regiones más tensas y volátiles del mundo.

La embajadora norteamericana, Nikki Haley, justificó la represión israelí en la frontera con Gaza, donde viven más de dos millones de personas, y culpó a Irán y a Hamas por la violencia, y la desligó de la decisión de mudar la embajada. Netanyahu, en una entrevista con la cadena CBS, acusó a Hamas de poner a "civiles, mujeres y niños en la línea de fuego".

"Les pregunto a mis colegas aquí en el Consejo de Seguridad, ¿quién de nosotros aceptaría este tipo de actividad en su frontera?", preguntó Haley en su discurso. "Nadie lo haría. Ningún país en esta cámara actuaría con más moderación que Israel", respondió.

Uno por uno, el resto de los países reunidos en esa mesa fustigaron la brutal ofensiva del ejercito israelí, llamaron a evitar una escalada y en algunos casos se hicieron eco del pedido de investigación exhaustiva de los incidentes del secretario general, Antonio Guterres. Estados Unidos e Israel quedaron una vez más unidos en la soledad, mientras el resto de los Estados expresaban, con matices, su oposición al traslado de la embajada norteamericana a Jerusalén.