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Preocupante invasión de la vía pública en la Capital riojana

Un recorrido por distintas zonas demuestra el poco valor e interés por mantener y respetar el espacio público..



Diario EL INDEPENDIENTE recorrió las calles capitalinas para exponer algunas muestras de una situación que no deja de avanzar y que, en algunos casos, hasta parece inverosímil. Pero es. Pasa. Está presente y enfrente. La ciudad “bravía” es también la ciudad donde “uno tiene que está preparado para que eso, que por ilógico, no permitido, e insólito normalmente se descartaría, en realidad, ocurra”.

A pocos metros de la Universidad Nacional de La Rioja, en una esquina muy concurrida, un comerciante al que le quedó chico el depósito decidió apilar los cajones de bebidas sobre la vereda. Como allí fueron quedando y nadie protestó, pero de vez en cuando algunos faltaban, decidió ir un poco más allá. Con un poco de sofisticación, perfeccionó su iniciativa y construyó una reja que, si bien protege a los cajones apilados, reduce el espacio para los peatones, que deben esquivar al mismo tiempo, del otro lado, materiales de construcción varios.

Otro caso: sobre avenida Ortiz de Ocampo un paseo de compras establecido hace algunos años llegó al límite del hacinamiento y comenzó a extenderse  hacia afuera, hasta convertir la vereda en el lugar donde se atiende a los clientes. Agregó a la acera, originalmente para peatones, como primera medida, un techo. Ahora, con el frío, también la revistió de una estructura de chapas, dejando sólo una abertura del tamaño de una puerta para quien decida adentrarse. La idea no deja de ser original: el transeúnte, siempre bienvenido, automáticamente se transforma en cliente.

Y hay más, ya en plena zona céntrica, frente a una plaza y una escuela, a una de las esquinas más transitadas los propietarios de una mueblería resolvieron convertirla en vidriera. Mesas y sillas de distinto tamaño, alacenas y baúles en oferta, y toda la creatividad que permite la carpintería, se exponen en torno al comercio y a escasos metros del tránsito vehicular, casi como una barrera de contención. Mientras el peatón espera a cruzar la calle puede ir determinando si lo mejor para su hogar es la mesita ratona blanca o la mesa grande al natural y, en tanto, sentarse a cavilar un rato.

Sólo algunas muestras; se podrían describir otras y no menos graves: la acumulación sobre la vereda de materiales para el descarte o el reciclado, a la espera de que “alguien” lo levante; la larga hilera de mesas de vendedores ambulantes en distintos sectores de las principales avenidas, que a veces no conformes con eso, ocupan también el frente de edificios; los carro-bares (lomiterías, choripanerías, pancherías, pizzerías al paso) en distintos puntos de la ciudad, que por lo general comenzaron como un puesto precario sobre una plazoleta o una rotonda y que con el tiempo se expandieron e incorporaron distintas estructuras, constituyéndose en verdaderos (¿?) locales.

Ser y parecer

Siempre un poco más, parece ser la actitud imperante. Aún cuando ello implique transgredir normas y no contemplar al otro. Obtener una ventaja imponiéndose y obligando a la actuación de los organismos competentes, que aparentemente no dan abasto y terminan siendo superados.

Consultada sobre la situación por este medio, la secretaria de Desarrollo Urbano del municipio capitalino, Andrea Mercado Luna, reconoció que la invasión de las veredas y la falta de mantenimiento por parte de los frentistas es preocupante.

La funcionaria sostuvo que existen numerosas infracciones y reclamos que conforman esta problemática y que la comuna viene atendiendo a través de la intensificación de los controles, las inspecciones, la advertencia a los infractores y finalmente la sanción pecuniaria, en el extremo de la aplicación de multas.

El avance sobre el espacio público atraviesa las gestiones municipales y hay situaciones que consiguieron mejorarse, como la relocalización de algunos carro-bares y puestos de venta ambulante, comentó la funcionaria. “Todo ello se hace con mucho asesoramiento, porque no se trata de perjudicar a quien busca un beneficio, pero sí de que entendamos que esto nos afecta a todos y que hay normas que cumplir”, señaló.

“La vereda pertenece al frentista y la cede al espacio público, el municipio interviene para garantizar que esto se mantenga en las mejores condiciones, pero el cuidado y el respeto al otro son cuestiones que tienen ver con lo cultural y con el nivel de conciencia como vecinos”, precisó Mercado Luna. Un aspecto ineludible al momento de plantear no sólo la ciudad que tenemos, sino también aquella que queremos y merecemos.