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Una riojana viajó hasta Panamá como voluntaria en Jornada de la Juventud

Con su toque latino-caribeño, pero con innegable impronta yanqui, la ciudad de Panamá se despliega ante los ojos de Florencia Narváez, una estudiante universitaria riojana, oriunda de Villa Unión, que desde el sábado pasado está allí para participar como voluntaria de la próxima Jornada Mundial de la Juventud, dirigida por el papa Francisco.



La jornada, uno de los acontecimientos centrales a nivel mundial impulsados por la Iglesia Católica, se llevará a cabo del 22 al 27 de enero, en el país centroamericano, bajo el lema “He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra”. Los últimos registros señalan que ya se inscribieron más de 250 mil peregrinos desde distintos puntos del planeta, lo mismo que una nutrida cantidad de voluntarios que se desempeñarán como colaboradores en la organización. En ese carácter, entre los jóvenes argentinos llegó a Panamá una riojana, Florencia Narváez (25).

Estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad Nacional de La Rioja (UNLaR), militante del Movimiento Nacional Evita, Florencia se radicó hace varios años en la Capital desde su Villa Unión natal. Proviene de una familia con valores religiosos, sus padres acostumbraban desarrollar tareas vinculadas a actividades de la parroquia del pueblo, donde su madre fue catequista.

Pero más que un ambiente atravesado por la presencia de la Iglesia, como el de tantos hogares de pueblos de La Rioja, lo que fue definiendo la participación activa de Florencia en diversos roles y agrupaciones, también su vocación estudiantil fue la inquietud social, la preocupación por un desarrollo armónico y solidario que tenga en cuenta a los sectores más vulnerables.

Eso la llevó en 2013 a viajar a la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud, que se realizó en Río de Janeiro (Brasil). Lo que al principio fue una motivación difusa, inducida por la cercanía y el atractivo turístico, un paseo con visos de “aventura juvenil”, se transformó de pronto en la confirmación de camino de vida.

Dos cosas la impactaron en aquel primer acercamiento a la Jornada Mundial: el resonante incentivo del Papa argentino recientemente elegido, convocando a los jóvenes a “hacer lío”, y lo que ella denomina “una experiencia mística”: durante una oración, sintió que por dentro la colmaba una gran calidez, se fue extendiendo indefinidamente por sus sentidos, conmoviéndola en lo más profundo hasta alcanzar una forma de comprensión: “entendí que aquello era un llamado de Dios, donde encontré apoyo y guía”.

 

Una herramienta para ayudar

 

Vía telefónica, Florencia contó a EL INDEPENDIENTE, que ya entonces retornó de Brasil convencida de que el próximo paso era participar del evento no como peregrina, sino como voluntaria. “Quería trabajar en la jornada, ayudar y servir a los miles que llegan desde todas partes. Mientras otros disfrutan, el voluntario está pendiente de colaborar, de que todo se desarrolle con normalidad y otros cumplan su objetivo. Ve las cosas de otro modo, no importa lo que pase, se arregla como puede”, relató.

Cinco años después, en Panamá, ahora ella misma cumple su propósito: “servir a los demás, esa en mi principal motivación, tal cual lo expresa el lema de esta edición de la jornada”. Afirmó que no conoce a ningún otro joven que haya viajado desde La Rioja. Al llegar, los voluntarios se alojan transitoriamente en colegios parroquiales, donde la joven riojana comparte charlas preparatorias con chicos y chicas de Córdoba, Buenos Aires, Entre Ríos y otros provincias argentinas. Las expectativas se centran en la asignación de tareas a partir del 22 de enero.

“Yo me vine sola, organicé este viaje de forma autónoma, inscribiéndome. No pertenezco a ninguna delegación o grupo juvenil identificado con una iglesia en particular”, aclaró. Los pasos previos: advertir que Centroamérica no parecía tan lejos, averiguar, buscar precios de pasajes y, finalmente, registrarse como voluntaria: todo salió bien. El respaldo para concretar la misión a la que se sintió llamada provino de su familia y del sacerdote Lorenzo de la parroquia de la Anunciación, en el barrio Cochangasta.

Por estos días, lo que predomina en su ánimo es el agradecimiento. Un sentimiento que se va extendiendo como se amplió en ella aquella vez la sensación de cobijo. Agradece Juan Pablo II, impulsor de las jornadas, y a Francisco, con quien se siente identificada: “su prédica tiene un fuerte contenido social, recuperó la mirada hacia el más pobre, el necesitado, una Iglesia activa que defiende tres pilares que yo considero esenciales: tierra, techo y trabajo”. Las ‘tres T’ inspiradoras de trabajo militante.

¿Y cuál es el mensaje que quisiera transmitirle a partir de esta participación a la generación que comparte? “Quisiera mostrarles que la Iglesia no es selectiva, que la religión no tiene tapujos para recibirnos. Dios nos quiere como somos”, respondió, y más adelante: “yo soy una chica con tatuajes, alguien que sostiene sus propias ideas, pero no hay que quedarse con los prejuicios, hay que conocer más. Veo que la Iglesia no es sólo una institución, sobre todo, es una herramienta que permite ayudar al prójimo”, subrayó.

Por último, relató que Panamá “es un lugar muy lindo, la gente es muy hospitalaria, tiene ese aire centroamericano, pero también se nota mucho la intervención de lo yanqui”. Añadió que, por estos días reina el entusiasmo y un espíritu predispuesto. “La mayoría son mulatos, alegres, distinguen enseguida al extranjero por la piel blanca y reaccionan de un modo amable”.