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En Mar del Plata, la policía hace barridas playeras para prevenir desmanes después del boliche

El asesinato de Fernando Báez Sosa en Villa Gesell hizo que se extremaran los controles en las noches de Playa Grande.



El frío y el viento se hacen sentir a medida que la costa está más cerca. Es fines de enero, pero parece una madrugada otoñal en la que la marcha y el reggaeton que se escuchan de fondo eclipsan el rugido de las olas furiosas. Clarín llegó unos minutos antes de las cinco al complejo La Normandina, en Playa Grande, epicentro de los boliches marplatenses más concurridos y donde se han desencadenado más disturbios desde que empezó el año.

El brazo de la Avenida Peralta Ramos, que se llama Victoria Ocampo, y desciende hacia lo que sería el ingreso a la playa llama la atención no sólo por los treinta taxis que esperan pacientemente al pasajero (se han visto en varios casos hasta cinco por auto), sino también por el operativo policial diseminado por distintos puntos estratégicos que convergen en Ananá, Mr. Jones, Swan, Bruto, Santa y Quba, las discos de moda, que pueden juntar hasta ocho mil personas por noche.

Lentamente los jóvenes empiezan a salir en cuentagotas de los distintos centros bailables. Parece un ambiente tranquilo para las distintas fuerzas de seguridad repartidas en escalinatas, explanadas, ingresos al parking y en la arena. Lentamente el cielo comienza a clarear pero el frío no amaina.