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Bailando por un sueño (de los economistas)

La economía se presenta como una ciencia axiomática. En otras oportunidades quiere demostrar que es una ciencia exacta. De exacta tiene muy poco, pertenece a las ciencias sociales, pero a los economistas les cuesta aceptarlo. En estos tiempos de crisis y donde los medios juegan un gran papel en la confusión de ideas son ellos, como nuevos ‘gurúes’ de la modernidad, quienes anuncian dónde está el bien y dónde está el mal. La otra parte la pone la creencia de la gente. Explican modelos liberales- conservadores con las recetas de la escuela de Chicago.Ese es su primer axioma:la teoría de Friedman.



Por Carlos Liendro 

Es algo que hemos visto por la década del 90 del siglo pasado: economistas formados en universidades extranjeras, asesores de holdigns empresariales y gerentes de bancos con fuerte impronta en lo financiero. Todo se resuelve sobre hechos consumados y sin nada de lo que se pudiera prever. Llegar al FMI es algo que ningún economista anunció. Luego vienen las recetas que el Fondo ordena para poder seguir otorgando préstamos.

Poca gente prestó atención a la gran ‘sacerdotisa’ del gobierno: una especie de vidente que anunció que el dólar se clavaba en 23 pesos. De los delirios que plantea y de otros que es cómplice, uno fue contundente: “no nos van a hacer lo del 2001”. Era una frase que fue en medio de otras y por eso pasó desapercibida. Lo de ‘piquetes y cacerolas, la lucha es una sola’, ha quedado ya como una epopeya. Primero porque ahora confían que no habrá corralito, que podrán garantizar los plazos de deuda al exterior y al mismo tiempo los bancos habrán pactado para que todo siga armoniosamente. Lo que no pueden medir es el efecto en lo social. De eso los economistas no hablan, y no les importa. Por eso creen que su disciplina (la economía) es una serie de axiomas (como los axiomas de fórmulas químicas y de matemáticas; algunos más osados ya hablan de algoritmos), donde aplicando tal receta (ejemplo: lo que denominan déficit fiscal) va a producir tal efecto. Estos modelos tienen sus respuestas en sociedades donde la distribución de la riqueza está más balanceada. Lo que ignoran olímpicamente economistas de Harvard y Chicago es nuestra historia. Por eso también el término ‘populismo’ es algo que no les gusta y los asusta. Nunca definen qué es y lo asemejan rápidamente en Latinoamérica al chavismo, al peronismo- ahora kirchnerismo- a Lula, Maduro, Evo Morales, Mujica y los doce años (en el inicio del siglo XXI) que nuestra región tuvo como nunca en su historia una mayor distribución de sus riquezas.

Otra de las frases creadas, por la clase política que repiten de los economistas, es la ‘teoría del derrame’. Cuanto más ganen los de arriba más podrán ‘derramar’ sobre los de abajo. Utilizan la imagen de una copa que se llena y que su líquido irá cayendo para los costados. Una burda mentira que repetían hasta el cansancio por los noventa. Nada de eso sucedió, ya que la codicia competitiva es de lo que más se alimenta un sistema capitalista.

Nos queda hablar de  la ‘creencia’, y por ahora podemos a empezar desde lo que muestran los medios, pero esta clase economistas creen que están por arriba de la política y solo son técnicos burócratas al servicio de empresas transnacionales. Hay otras preguntas más profundas que las iremos comentando en otros artículos (sobre por qué la gente necesita creer y negar y no puede proyectar lo que viene). Ya otras generaciones pudieron soportar al ingeniero Alvaro Alsogaray con su frase: ‘Hay que pasar el invierno’ y otros que decían: ‘el que apueste al dólar, pierde’ (Lorenzo Sigaut), que parecía una broma, ya que la sociedad argentina- especialmente la clase media- ahorra su dinero en dólares. Un fenómeno que debe ser explicado con más tiempo, en cómo forma parte de una cultura, que no existe en otros países latinoamericanos.

Volviendo a la difusión, están imponiendo un nuevo personaje, un ‘exitoso’ economista que tiene un ‘carpincho electrificado en la cabeza’ (como escuché decir una vez por radio), recibido en una universidad privada, se presenta como ‘libertario’, confundiendo aún más a la audiencia. Su pensamiento económico pertenece a la escuela de Stuart Mill, del siglo XIX, y a Frederich Hayek (economista austríaco), ultra liberal- conservador. Primero plantea la eliminación del Banco Central, diciendo que a partir de su aparición la economía argentina empieza a andar mal; su último ‘slogan’ publicitario (bastante serio) es que los políticos no deben existir, que son unos inútiles. Luego comienza su show haciendo ademanes, grita, busca imponerse en un tono imperativo: contando axiomas. Todo es una fórmula recetada y nunca una comprensión de cómo se llegó a eso, para buscar responsables ya no solo en el Estado. Nunca menciona quienes son los que concentran la riqueza y cómo sacan el capital afuera del país. Da por sentado ‘el libre comercio’ sin que eso importe cómo afecta la importación a la industria Argentina, dejando miles de desocupados, que van apareciendo por el modelo que aplican.