
20/05/21
El silencio es una de las tantas forma sublimes de respeto en nuestras culturas occidentales como manera de homenajear colectivamente a las personas fallecidas, a las víctimas de algún tipo de acto vandálico o accidente trágico, que va acompañada muchas veces por gestos que hacen al recogimiento del alama como bajar la cabeza, mantenerse de pie, cerrar los ojos, rezar, quitarse el sombrero, meditar, co-sintiendo el dolor con los deudos y los memoriosos.
Por Nicolás Antonio Díaz-Docente UNLaR
La solidaridad se manifiesta de esta manera con el único propósito de recordar lo acontecido mediante normas protocolares y simbólicas la pérdida inmediata o histórica de ciudadanos, vecinos, ancestros, próximos o lejanos, sosteniendo el luto en la memoria por ese lapso de tiempo que fue variando con su devenir. Su origen documentado nos remite a Portugal en la sesión de senadores del día 13 de febrero de 1912, donde mantuvieron un silencio absoluto por 10 minutos en respeto al Barón de Rio Branco, José María Paranhos, ministro de relaciones exteriores. Fue, Harry Hands, el alcalde de Ciudad del Cabo en Sudáfrica quien propuso tres minutos de silencio el día 13 de mayo de 1918 para recordar a los caídos, entre ellos a su hijo, en la I Guerra Mundial. Este mismo alcalde señalo la necesidad de acortar el tiempo dejando solo a un minuto como llega a nuestros días.
Los seres humanos somos mas que un soma, estamos construidos por historia, geografía, cultura, mandatos, economía, pensamientos, paradigmas, ideología y aunque muchos cueste entender una dimensión espiritual que adquiere pinceladas particulares de acuerdo a la religión que se profese y las cosmovisiones ancestrales. Con ello quiero señalar la importancia de guardar un minuto de silencio como una forma de sanar las pérdidas, las viejas heridas, de homenajear aquellas personas que ya no están, viven en nuestros corazones, en la memoria, y fueron parte de ese caminar por estas tierras riojanas anudando o desatando destinos para que hoy los sintamos presentes. Es decir este 20 de Mayo, en conmemoración de la llegada de Juan Ramírez de Velasco para “fundar” la Ciudad de Todos Los Santos de La Nueva Rioja -430 años-, estimo hacer un minuto de silencio por nuestros ancestros, los pueblos originarios, los antiguos pobladores, los indios maltratados, también por los allegados, los colonizadores, los negros olvidados, nuestros caudillos, próceres, mujeres y hombres que aportaron desde su sapienza, intelecto , el trabajo duro, la solidaridad, el humor, la enseñanza, las artes, la fe ; por los pueblos olvidados cuando el tren dejo de circular y las esperanzas murieron al costado de las vías, los inmigrantes que dieron color al tejido social, por las generaciones que fueron humilladas y pisoteada la dignidad, por los desposeídos que murieron en soledad, por nuestros parientes, vecinos, amigos, por las victimas del covid, por todo el pueblo riojano que merece seguir de pie y pensando con criterio democrático-federal. Brindo por una provincia inclusiva donde los diálogos horizontales y la paz se cimenten... Gracias queridos antepasados constructores de identidad. ¡Salud Rioja amada!