
En plena ola polar, la escena se repite en distintos puntos de la ciudad: personas esperando en la vereda, abrigadas con lo que tienen, en busca de atención o medicamentos.
Frente a la sede de la Droguería Central del Ministerio de Salud de La Rioja, ubicada en el centro capitalino, las filas se forman desde temprano.
Este martes por la mañana, la sensación térmica en la ciudad rondaba los cero grados. Pese a ello, hombres y mujeres –en su mayoría personas mayores– se acercaron a la institución pública ubicada sobre la calle Buenos Aires, a pocas cuadras de la Casa de Gobierno, para retirar medicación que no pueden conseguir en farmacias, o bien porque su costo resulta inaccesible. No hay sillas, ni refugio. Sólo paciencia, frío y necesidad.
“La gente llega con sus recetas, muchas veces derivadas desde hospitales o centros de salud. Esperan más de una hora, parados o sentados en la vereda, porque no hay un sistema de turnos ni espacio suficiente dentro del edificio”, comenta una trabajadora de salud que prefiere mantener el anonimato.
La imagen es elocuente: una mujer se cubre con una campera inflada y se sienta en el zócalo para descansar. Algunos conversan para pasar el tiempo. Una joven sostiene el casco de su moto mientras tiembla levemente. Hay quienes ya conocen la dinámica y llegan con mate o termos con café.
Según el Servicio Meteorológico Nacional, las bajas temperaturas persistirán al menos hasta el fin de semana, en lo que constituye la ola polar más intensa del año hasta ahora. Las advertencias por frío extremo no solo apuntan a los riesgos en la salud respiratoria, sino también a las condiciones de exposición prolongada al aire libre.
“Venimos varias veces por mes. A veces no tienen stock y hay que volver. Pero no tenemos otra opción, porque son remedios que no se pueden pagar”, cuenta Graciela, madre de un niño con epilepsia, mientras aguarda su turno.
Desde el Ministerio de Salud aún no se informaron medidas específicas para garantizar una espera más segura ante las bajas temperaturas. La falta de un sistema de turnos programados, o al menos un espacio cubierto para quienes deben hacer fila, se convierte en un factor de riesgo sanitario en sí mismo.
En este invierno crudo, la salud se juega también en la vereda. Y aunque el medicamento llegue, la espera duele.