
Casi al expirar el Año Jubilar Diocesano, el laico Eduardo Mercado que prestaba servicios como sacristán en la Iglesia Catedral recibirá el Orden del Diaconado permanente luego de un largo camino de formación, discernimiento y servicio comunitario. Su testimonio reflejó un proceso marcado por la fe, los desafíos personales y el acompañamiento de su familia.
Este momento de especial trascendencia, se celebrará en el marco de una Santa Misa mañana sábado 20 de diciembre, a las 11, en la Parroquia Catedral, Basílica y Santuario de San Nicolás de Bari, ceremonia que será presidida por el padre obispo Dante Braida.
Mercado recordó que su llamado surgió en un momento difícil, tras la muerte de su madre, mientras participaba junto a su esposa y sus hijos en la catequesis de la capilla del barrio Hospital Asunción. Con experiencia previa como sacristán en la Iglesia Catedral, comenzó a colaborar en la comunidad del barrio Argentino, donde el entonces párroco, padre Daniel Morales, le propuso iniciar la Escuela de Diáconos
Como tenía experiencia de trabajar en la Catedral como sacristán, con la ayuda del padre Morales se animó a prestar servicio en el barrio Argentino. El obispo en ese entonces era Marcelo Colombo quien sugirió a los párrocos convocar a matrimonios para que colaboren en las comunidades.
Eduardo recordó que “ese fue el llamado que me hizo el padre Daniel, quien me convocó para la Escuela de Diáconos. Tenía mucha incertidumbre, pero también un gran desafío. Las clases eran los sábados por la mañana. Empezamos muchos, pero al final quedamos muy pocos. Fue una camada en la que varios de la Catedral recibieron la confirmación del diaconado y nosotros quedamos atrás. Éramos seis de la zona este, y continuamos la formación con distintos sacerdotes: el padre Mauricio, el padre Pío, y otros. Hasta que llegó el llamado del Señor Obispo. Pensábamos que sería junto a otro muchacho, Oscar Yampe, pero en este momento soy solo. Y estoy con muchas ganas de seguir adelante”.
La esposa y sus hijos
“Fue muy importante el rol de mi señora –reconoció Mercado– porque al ser catequista tenía una presencia fuerte en la comunidad. La ayuda de mi esposa fue muy grande. Mis hijos no son muy de ir a la Iglesia o de participar, pero me ayudan siempre que se los pedía. El tiempo dirá si se acercarán más, pero su apoyo fue muy grande”. Reiteró que fue “muy importante el rol que cumplió mi esposa. Siempre está pidiendo y orando. Muchas veces ella es el termómetro o el equilibrio para que no creamos que con esto vamos a ser más que los demás. Siempre pide por mí por la humildad y la sencillez, para que podamos hacer un buen servicio para la comunidad y para los demás”.
Luego comentó que “los años de formación los viví de una manera particular. Primero estábamos solos: dos, cuatro muchachos, por la tarde. Era un grupo reducido. Los formadores nos enseñaban lo mismo que al grupo grande de la mañana, aunque de manera más breve. Siempre tratábamos de mantenernos a la par de ellos. Fue un camino de perseverancia para seguir adelante”.
“Muchas anécdotas surgieron en los retiros que teníamos en la casa Tinkunaco. Ahí participábamos todos. Creo que el mayor crecimiento se dio en los últimos años. Mi participación antes era más cauta, más sumisa, pero con el tiempo fui tomando más confianza. En el último tiempo fui con más ganas, más entusiasmo. Eso es lo que más me marcó: poder tener otra mirada de lo importante que es el diácono permanente”.
¿Para qué sirve un diácono permanente?
Sobre la misión de un diácono Eduardo explicó que “es cooperador del sacerdote o párroco. Los sacramentos que podemos administrar son el matrimonio y el bautismo. También podemos celebrar la Palabra, hacemos responsos y colaboramos en lo que el sacerdote considere necesario”.
En ese sentido, Mercado reconoció que lo marcó mucho en su vida el texto de “de Mateo 28: ‘Vayan por todo el mundo, anuncien la palabra y hagan que todos los discípulos se bauticen’. Esa cita es la que más me marcó para seguir el camino y la misión que hoy la Iglesia me propone. Es una invitación a llegar a todos los lugares donde hace falta la palabra de Dios, los sacramentos y la evangelización”.
Andar sinodal
“El camino sinodal, marcado a nivel mundial y también en nuestra diócesis de La Rioja, nos invita a estar más cerca de la gente. Para muchos hermanos es necesario recibir sacramentos, consejos, escucha”, comentó y agregó “nosotros podemos estar ahí para dar aliento, un signo de esperanza, acompañamiento y paz. Hay muchas situaciones complejas que vive la gente hoy, y nosotros podemos estar presentes para escuchar y comprender lo que están viviendo”.
“El Jubileo de la Esperanza es una invitación a aportar y estar unidos para recibir lo que el Papa Francisco nos propone: que todos, todos, todos se suban a la barca. La esperanza debe ser nuestra ancla. Para nosotros, el jubileo fue algo que nos marcó como personas y también como diáconos, comprometiéndonos a seguir a Jesús, a andar en las comunidades y a seguir adelante para la salvación de todos”.
Un mensaje
“El mensaje es que, en las situaciones que nos toca vivir –a nivel personal, local, comunitario, provincial o nacional– debemos alentarnos y seguir confiando en que Dios nunca nos deja solos. Aunque tengamos momentos de crisis o caídas, debemos tener la convicción de levantarnos y seguir adelante, para encontrar la paz, la felicidad, la alegría y el gozo. Podemos ser felices teniendo mucho o teniendo poco, siempre que estemos unidos a Jesús, a nuestra Madre la Virgen y a todos los santos que interceden ante Dios Padre para que podamos ser merecedores del Reino Eterno”.