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24/09/20

Recordando la Fiesta Patronal de la Virgen de La Merced en Anguinán

Años atrás, en nuestra casa en Chilecito, un 24 de septiembre, con mi hija Lisa Guillermina María, compartiendo el desayuno previo al inicio de la actividad diaria con Juancito Tello y René Cortéz, Juancito me dijo: “Hoy al medio día en Anguinán llevan a la Virgen de La Merced desde el Oratorio a la Capilla. Es una hermosa procesión. Después puede comer unas ricas empanaditas en alguna ramada”.



Por Jesús Matías Filomeno Ocampo

 

Con un sol radiante, fuimos a Anguinán, el pueblo natal del primer General argentino, Don Francisco Antonio Ortiz de Ocampo. Saliendo hacia la Puntilla, pasando por Samay Huasi y San Miguel, llegamos con mi hija Lisa a la calle principal de Anguinán que lleva el nombre de la Patrona. Nos sumamos a la procesión detrás de la imagen bella y bien vestida de la virgen transportada por los fieles sobre una base con dos palos laterales que se apoyan en sus hombros. Precedía a la virgen una nutrida y vistosa caballada integrada por los caballos del Cholo Fara de Chilecito, los de Cerezo de Guanchín, los de los changos de las Cruces de Malligasta, los de los changos de Anguinán, Tilimuqui, Nonogasta, Sañogasta, Miranda, en fin, de todos los distritos, que se suman a la alegre veneración de la Virgen de La Merced, la virgen de los cautivos y la Generala del Ejército de nuestra Patria. Muchos niños vestidos de blanco, de comunión, otros de rojo, con las piernitas pintadas de rojo simulando la sangre de los cautivos y todo el pueblo, la acompañan.

 

Avanzamos con múltiples banderas nacionales y blancas, rezando el rosario y cantando con emoción:

Oh, María, Madre Mía

Oh consuelo del mortal

Amparadme y guiadme

A la Patria Celestial.

El celeste y blanco de las banderas de la Patria, se destacaban contra el verde intenso de las hojas de las moreras, del verde oscuro de las hojas de los olivos y del negro de las carnosas aceitunas. Al frente de una casa, en la calle, se había colocado una mesa. Allí se apoyó la Virgen, se detuvo la procesión y desde la casa, sus moradores salieron a honrar a la Virgen y a ofrendar dulces y refrescos a los niños. Se me hacía agua la boca. Menos mal que mi hija cortó algunas aceitunas y me trajo cuatro, les saqué la tierrita del último zonda, las sobé suavemente y disfruté su sabor. A esa hora del medio día, un manjar exquisito.

Y el rezo del Rosario me hizo recordar una bella página del nonogasteño Dr. Joaquín Víctor González en su libro “Mis Montañas”: “Allá por encima de todas las cabezas, a la luz de un candil de sebo, se distingue la figura del negro Joaquín, arrodillado enfrente del altar, tieso, inmóvil, solemne, con el rosario en las manos, con los ojos entreabiertos, en ferviente contrición, recitando con voz quejumbrosa y monótona como el gemido del viento en una gruta subterránea, la salutación fantástica de Gabriel a la dulcísima Miriam de Nazaret: “Dios te salve, María, llena eres de gracia…”

“Y a cada recitado, la multitud, modulando en el mismo tono las voces, contestaba en coro el “Santa María madre de Dios, ruega, Señora, por nosotros” y aquel coro sucediendo al recitado unísono, resuena en el silencio de la noche como si una mano sobrenatural recorriera de un golpe las cuerdas de un arpa colosal suspendida en el espacio”.

Llegamos a la Iglesia. Con un semicírculo perfecto de los fieles y de la caballada, se detuvo la Virgen en el atrio mirando amorosamente a todos los fieles y se dio lectura a las Alabanzas: “Alabanza tributa en los cielos a María, la angélica voz. Con el Ángel humilde cantemos, Gloria, Gloria a la Madre de Dios. Gloria a Ti, Virgen pura y sin manchas. Maravillas de Dios, Uno y Trino. Arca Santa del Verbo Divino. Madre augusta del dulce Jesús. Salvadora con Dios de los hombres y de gracia purísima llena, al romperse las antiguas cadenas, Madre nuestra te hiciste en la Cruz. A ti Madre invocamos dulce fuente de Gracia y Consuelo, desterramos en áridos suelos, de la vida en mísera lid. Tú, Mercedes divina María, en tus hijos piadosa derramas, hoy llorosa la Iglesia te aclama, triunfadora y potente Judith”.

Entró la Virgen hacia su lugar en la nave principal y allí fuimos todos a tomar gracia. Se acercó la Sra. Juárez y me dijo: “Esta celebración se hace solamente en dos lugares en el mundo, aquí en Anguinán y en Sevilla, España”. Y así es porque según relata el Profesor Angel Nuñez Molina, “la devoción a Nuestra señora de la Merced se remonta al siglo XIII. Cuenta la tradición católica que la Santísima Virgen María se apareció una noche al rey Jaime I de Aragón, a San Raimundo de Peñafort y a San Pedro Nolasco, pidiéndoles que instituyesen una orden con el fin de liberar a los cristianos que habían caído en poder de los musulmanes, surgiendo así la Orden de los Padres Mercedarios, cuyo carisma será “la redención de los cautivos”.

“En recuerdo de este hecho se instituyó esta fiesta el 24 de septiembre, que el Papa Inocencio XII extendió a toda las cristiandad en el siglo XVII. La Orden de la Merced viene a las tierras de América junto con los primeros conquistadores para darle asistencia espiritual tan necesaria, a esta gran aventura” El tucumano profesor agrega: “Ya en los tiempos de la emancipación, el Gral. Belgrano sabiendo que las fuerzas humanas flaqueaban, queda solo el recurso de la protección del cielo. Desobedece la orden del gobierno central de replegarse hasta Córdoba, quedándose en nuestra ciudad y pone la suerte de sus armas en las manos de la Virgen de la Merced, en la mañana del 24 de Setiembre de 1812, festividad de la misma”.

“Según cuenta la tradición, la siguiente anécdota, que al salir del templo para dar las últimas órdenes se cruza con unas damas tucumanas que van también a pedir la gran misericordia a la Virgen. Belgrano les dice al pasar: “pidan milagros señoras, que de milagros hemos de necesitar hoy”; y lo que Belgrano con todas las almas tucumanas pidieron ese día, se produjo contra todas las leyes de la estrategia; contra todos los cálculos humanos: las armas de los criollos triunfaron ampliamente. (Narrado por el encomendador de los Mercedarios el Reverendo Padre Luis Biatri, en agosto de 1945 en ocasión de celebrarse en nuestra provincia el Primer Congreso Mariano Diocesano)”.-

“Agradecido Belgrano, el 27 de Octubre de ese mismo año, en ocasión de sacarse en procesión la imagen de la Merced (la festividad se había postergado por razón de la batalla) la sigue con su oficiales y tropas y al llegar al Campo de las Carreras coloca en las manos de la sagrada imagen su bastón de mando y proclama a la Madre de la Merced Generala de los Ejércitos de la Patria”.-

Salimos de la Iglesia y allí presenciamos el desfile vistoso y atractivo de las caballadas. Después nos sentamos debajo de una ramada y disfrutamos de unas exquisitas empanadas fritas acompañadas con un vino tinto Malbec muy bien elaborado. Le pedí permiso a la dueña de la ramada y de su rosal corté dos bellas rosas. Una se la regalé a mi hija Lisa cuyos ojos verdes se iluminaron con el sorpresivo presente. La otra, se la llevé a la Virgen de La Merced en su doble condición de Patrona de los Cautivos y de Generala de los Ejércitos de nuestra Patria.

Pidamos a la Virgen de La Merced, Redentora de los Cautivos, Generala de los Ejércitos de nuestra Patria, Patrona de Anguinán, a Santa Rita de Casia Patrona de Chilecito y a nuestra Venerable Sor Leonor de Santa María Ocampo de Sañogasta, que intercedan ante Dios Nuestro Señor para que nos libere del mortal COVID-19 y para que nos cuide y nos bendiga a todos los riojanos.

Y a usted lector, cuando la situación sanitaria lo permita, lo invito a participar de la Fiesta Patronal de la Virgen de la Merced en Anguinán, pueblo natal del guerrero de Nuestra Independencia, el Primer General Argentino Don Francisco Antonio Ortíz de Ocampo.