Hoy estamos cerrando este Congreso que se ha planteado como eje de sus intervenciones la cuestión de la Soberanía, nacido como desafío desde las primeras resistencias contra el invasor colonial, y como construcción histórica a partir de la primera emancipación americana.
Por Asociación de Maestros y Profesores e integrantes de Ctera.
El enfoque de la Soberanía resulta tan actual como urgente en la medida en que viejas y renovadas formas de neocolonialismo se presentan ante nuestros ojos. Las políticas vigentes de saqueo y opresión se expresan en la entrega del patrimonio nacional, en la ampliación de la brecha de la desigualdad, en la promoción de las más diversas formas de dominación, en la negación de toda identidad y cultura que no respondan a los cánones hegemónicos. Estos hechos reveladores del sometimiento de nuestras Naciones al dictado de imperios y del imperialismo se ha visto sostenida por el colonialismo interno. Es decir por la adopción de parte de nuestro Pueblo del punto de vista del opresor.
Este mismo día se conmemora un nuevo aniversario de la partida de José de San Martín que constituye tal vez el referente más importante de la gesta emancipadora que liberó a las Provincias Unidas del Río de la Plata, Chile y Perú combinándose en una acción conjunta con las fuerzas comandadas por Simón Bolívar.
El espíritu rebelde se plasmó el 9 de diciembre de 1824 en los campos de batalla de Ayacucho pues con ese triunfo militar la Corona Española cerró un ciclo de tres siglos de barbarie conquistadora.
En tiempos en que nada estaba asegurado y el riesgo de la derrota era mayor que las esperanzas de la victoria, así convocaba San Martín a la lucha: «Compañeros del Ejército de los Andes: Ya no queda duda de que una fuerte expedición española viene a atacarnos; sin duda alguna los gallegos creen que estamos cansados de pelear y que nuestros sables y bayonetas ya no cortan ni ensartan; vamos a desengañarlos. La guerra se la tenemos que hacer del modo que podamos. Si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos han de faltar; cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos con las bayetitas que nos trabajan nuestras mujeres y si no, andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios. Seamos libres y lo demás no importa nada. La muerte es mejor que ser esclavos de los maturrangos. Compañeros, juremos no dejar las armas de la mano hasta ver el país enteramente libre, o morir con ellas como hombres de coraje»
Pero esta inclaudicable voluntad política no sólo se expresó en el terreno militar. Su papel como gobernador nos ayuda a completar el concepto de soberanía. En 1813 se crea la Gobernación de Cuyo y él pide ser nombrado como máxima autoridad, emprendiendo un modelo de Estado y de Gobierno que trascendió largamente su genio militar. Entre sus primeras medidas fue cobrar una “contribución extraordinaria de guerra” proporcional a la opulencia de los propietarios, inaugurando una herramienta hasta entonces inexistente: el impuesto a la riqueza. Fue muy crítico con las élites cuyanas al afirmar que “Los ricos y los terratenientes se niegan a luchar, no quieren mandar a sus hijos a la batalla, me dicen que enviaran tres sirvientes por cada hijo para no tener que pagar las multas, dicen que a ellos no les importa seguir siendo colonia. Sus hijos quedan en sus casas gordos y cómodos, un día se sabrá que esta Patria fue liberada por los pobres, y los hijos de los pobres, nuestros indios y los negros, que ya no volverán a ser esclavos”.
Expropió a los españoles prófugos, declaró propiedad pública los inmuebles de los españoles muertos sin testar, gravó con un peso cada barril de vino y con dos los litros agua ardiente que se vendieran fuera del territorio, verdaderos antecedentes patrióticos de las denostadas retenciones. Creó una fábrica de pólvora, un taller de confección de paño para vestir a los soldados y un laboratorio de salitre con fondos públicos.
Creó canales, desagües, caminos, postas dando los primeros pasos de una verdadera política de obra pública. Promovió la primera ley de producción de un producto nacional, el vino cuyano y, como adelantó en sus discursos, proclamó en Perú la libertad de los esclavizados.
Aunque hay mucho más para decir, digamos que articuló la acción con Simón Bolívar para esa enorme conquista expresada en Ayacucho asumiendo desde el inicio una premisa que debemos recordar: “El enemigo sólo es grande si se lo mira de rodillas”.
En esa campaña libertadora se ha resaltado la enorme eficacia militar de San Martín y Bolívar negando su apuesta a la construcción de un proyecto común de Patria Grande, un horizonte que le dió sentido a todos sus esfuerzos. Pero esa América Nuestra debía organizarse según principios de justicia e igualdad, superando la herencia de aquello que hicieron de nosotros tres siglos de colonialismo.
Un año antes de Ayacucho, el 2 de septiembre de 1823, el presidente Monroe proclamaba la muy imperialista idea de “América para los Americanos”, que entre sus consecuencias más trágicas debemos anotar el sometimiento de nuestro continente al dictado de los EEUU de América.
Estos bicentenarios – entre Monroe y Ayacucho- nos interpelan desde el presente. Al decir del escritor Faulkner: “el pasado no está muerto, ni siquiera es pasado”.
En los paneles que hemos compartido hemos recorrido la vigencia de Monroe y la vigencia de Ayacucho, en nuestra América y en el mundo.
Marcela de Ledo, que nos visitó en la apertura de nuestro Congreso, es el Ayacucho que nace del dolor por la generación diezmada y de la lucha por memoria verdad y justicia. Las actuales políticas públicas de olvido e impunidad, una expresión del monroísmo del siglo XXI.
El Primer Consejero de Palestina, compañero Riyad Alhalabi, expresa la voluntad de un Pueblo por su derecho a ser, y las resonancias de su lucha tiende puentes con la gesta bolivariana y sanmartiniana, y también con las luchas por la soberanía en Malvinas. El Estado de Israel, EEUU y los poderes más reaccionarios del planeta configuran una expresión ampliada del monroísmo. Esas fuerzas coaligadas intentan negar a nuestras hermanas y hermanos de Palestina los derechos humanos más elementales, comenzando por el derecho a vivir. Y no es sólo en Gaza donde se registran agresiones criminales o la promoción de la guerra. EEUU, en la búsqueda de perpetuar su hegemonía mundial, no trepida en multiplicar las divisiones, los conflictos y la violencia entre países y pueblos. En este marco, la única salida posible es una paz fundada en la justicia.
Nuestro grito indignado por las masacres que pueblan el mundo nos exige pensar y actuar para construir un mundo donde estos crímenes no tengan más lugar. No es, pues, como comentaristas que promovemos estas reflexiones sino como protagonistas de una lucha y una construcción que no cesa. Queremos una sociedad justa, igualitaria, emancipada, diversa, que se despliegue en armonía con la Madre Tierra y asegure un porvenir hospitalario con las nuevas generaciones.
El concepto de Soberanía, uniendo las dimensiones temporales de pasado, presente y futuro, no se limitó al derecho de un Estado a tomar decisiones por sí y para sí en su territorio. La Soberanía debe ser Popular, asumiendo un Sujeto Colectivo transformador las riendas de un proyecto compartido.
La Soberanía Popular debe ser multidimensional: económica, política, cultural y también pedagógica.
Otros aspectos de la soberanía – tecnológica, alimentaria, energéticatambién planearon en este Congreso como puntos que requerirán nuevas respuestas frente a las nuevas realidades.
En cuanto a la Soberanía Pedagógica esperamos, tras estos días de voces circulando, irnos enriquecidos y desafiados y desafiadas. Distintas perspectivas han señalado la necesidad de resistir, desde luego, a las imposiciones tecnocráticas, mercantilistas y autoritarias de las pedagogías neoliberales, neoconservadoras, neocoloniales y patriarcales. Pero a la vez nos hemos interpelado a nosotras y nosotros mismos frente a la tarea de crear una pedagogía que existe de modo parcial pero concreto en muchas de las prácticas de nuestras y nuestros educadores.
Fue cuestionado, con fundamentos, la pedagogía que impulsan las fuerzas del capitalismo neoliberal, fue recuperada la historia rica de nuestras organizaciones sindicales, fueron recuperadas experiencias que marcan un camino en la tarea colectiva de reinventar la educación en clave democrática y emancipadora. Los escenarios aquí descriptos han intentado dar cuenta del hilo histórico que cimenta la dialéctica antagónica entre Monroe y Ayacucho, asumiendo las tareas pendientes que abrió la primera etapa de nuestra Independencia.
El XI Congreso Popular e Internacional en Defensa de la Educación Pública celebra la alegría del encuentro y la emoción del abrazo.
Se planta de modo firme y fundado en la crítica de lo existente y apuesta, sueña, crea otros futuros posibles de dignidad y justicia.
En el campo de la educación, y en el campo de la vida ¡aquí no se rinde nadie!