
A mediados de semana, un incidente en la Cámara de Diputados de la Nación reflejó la agresividad discursiva con que un sector de la política argentina intenta sostener su modelo político.
Esta vez, el peronismo reaccionó con la misma agresividad cuando correspondería plantear estrategias que eviten que los discursos de odio queden instalados como modo de hacer política. También comprender, por que tanta violencia verbal se instaló en la sociedad y lo que es peor, aceptada por muchos.
La discusión tuvo como centro las acusaciones de la oposición -encabezada por dos legisladoras de Unión por la Patria contra el diputado libertario, José Luis Espert- por negarse al tratamiento y aprobación de fondos para el Hospital Garrahan y las universidades en la comisión de Presupuesto y Hacienda que preside el legislador.
No fue solo eso lo que desató el enojo de las diputadas sino una tensión acumulada por constantes agresiones de parte de Espert cuya muletilla “cárcel o bala” la dirige ante cualquier delito y/o conflicto social; llama “delincuentes y asesinos” a integrantes de UP y la izquierda; responde al sector político que condenó a Cristina Fernández; insultó a la hija de la ex presidenta en un evento académico en la UCA repudiado por la misma universidad y está acusado de hacer detener a militantes del peronismo, entre ellas una funcionaria y una concejala, acusadas de colgar un pasacalle en su contra y desparramar bosta frente a su casa.
La diputada Moreau acusó al oficialismo de meterse “la Constitución en el culo” encarcelando a “la dirigente política más importante de la Argentina” y a Espert ser parte de esa decisión. Horas después en un acto de solidaridad política y personal, el presidente de Brasil, Lula Da Silva, visitó a Cristina Fernández reconociendo implícitamente que ambos fueron perseguidos y encarcelados por su defensa de la justicia social.
En la sesión, tras el discurso de Moreau varias legisladoras del peronismo se levantaron y fueron contra Espert que las miraba socarronamente y contra diputadas libertarias con insultos varios que no pasaron a mayores por la intervención de sus propios compañeros. Luego, el intercambio de agresiones libertarias continuó intensamente en las redes sociales, incluso por parte del presidente Milei.
Los que siguen
Aunque se pretenda justificar la reacción del peronismo frente a la escalada de violencia desatada por los libertarios desde el mismo momento en que asumió Javier Milei y entendiendo que debe ser la misma política la que ponga límite a los excesos discursivos de los libertarios, corresponde buscar estrategias democráticas para poner freno al odio, las descalificaciones y las persecuciones en un contexto difícil pues el gobierno nacional y sus seguidores actúan en connivencia con los poderes económicos, mediáticos y judiciales.
Tampoco se puede aceptar que se pretenda eliminar al peronismo porque más allá de los desaciertos o no del último gobierno y de una trayectoria -tal como dicen los mismos libertarios “en los últimos 70 años”- es una doctrina política que se sostiene en la justicia social como modelo de gestión. Es cierto que molesta a los dueños de la Argentina concentrados en grandes grupos económicos sostenidos por ideologías liberales, lo que corresponde es debatir en lo político y ponerse a consideración del electorado.
O será que si logran eliminar al peronismo y/o al kirchnerismo irán luego por otras fuerzas políticas opositoras porque las agresiones los incluyen, sin embargo, no se los ve preocupados al respecto si se tiene en cuenta que, cuando tuvieron que votar a favor de políticas libertarias, decían no estar de acuerdo, pero las apoyaban para no quedar pegados al peronismo. Todo indica que también quieren eliminar al peronismo porque ante posibles alianzas electorales las harían con cualquier sector menos con el peronismo.
En la mira de los libertarios y sectores de la oposición está firme la idea de eliminar al peronismo/kirchnerismo y ni lo ocultan. Si lo consiguen, la pregunta es quienes siguen después porque tendrán que eliminar a la otra mitad del país que reclama derechos laborales y sociales y un desarrollo económico propio que se sostenga en la clase media, sector de la población que no existe en países con políticas neoliberales o liberales. Solo el peronismo, y en algún momento el radicalismo, han desarrollado un modelo económico con inclusión social y clase media pujante.
Resulta incongruente que Argentina que se ha caracterizado en doscientos años de historia, entre luces y sombras, por defender la unidad de todas la provincias en una sola nación bajo la premisa de alcanzar una paz interior ordenada que le permita buscar el bienestar general garantizando derechos y libertades individuales e incluso convocando a todos los hombres del mundo que quieran habitar este suelo, resulta que ahora, una de las dos mayorías quiere expulsar/encarcelar a los que piensan distinto con la promesa de alcanzar una mejora económica dentro de tres o cuatro décadas. Incluye esa promesa, sacrificarse hoy para un futuro mejor dejando en el camino centros de salud de envergadura como el Garraham, organismos técnicos como CONICET, INTA, INTI y otros; instituciones que brindan servicios a discapacitados, enfermos crónicos, víctimas de violencia, eliminar la jubilación a trabajadores sin aportes aunque sea la propia; quitar pensiones a sectores vulnerables, desfinanciar a las provincias y cada una se arregle como pueda, retener fondos para pagar deudas externas, etc.
En ese afán de eliminar al peronismo, otras fuerzas políticas, menos las aliadas al oficialismo reaccionan a estos discursos de odio que seguramente recaerán sobre ellos, -el PRO, por ejemplo, lo sufrió- y lo saben los gobernadores peronistas que le aprobaron leyes al gobierno nacional a cambio de recursos que nunca les enviaron. También saben que gran parte de la última escalada de violencia desatada por el presidente Milei contra la dirigencia y los peronistas -algunos también de su sector- intentan distraer la atención sobre la marcha de la economía.
La violencia se amplia
No solo se trata de la defensa de una democracia plural en lo político partidario si no de evitar que se normalicen o naturalicen ataques masivos, centralizados sobre todo en mujeres, sean artistas, periodistas o dirigente/as por su condición sexual, ataques que traslucen una postura machista, misógina, antifeminista y homofóbica, un combo peligroso en una sociedad que sufre la violencia de género e intrafamiliar y el aumento de femicidios.
Las críticas entre líderes políticos y sus seguidores siempre existieron, pero hoy las redes sociales se han constituido en vehículo de estos ataques y se han llenado de insultos y palabras que en otros contextos históricos eran excepciones.
El más reciente ataque digital fue contra el diputado Esteban Paulón por su condición sexual a través de un programa de streaming que se difunde en canales digitales. De cada cien reposteos por la agresión, un poco más de la mitad adherían al ataque. Diarios porteños, incluso los que responden a la derecha neoliberal, contabilizaron no menos de 44 insultos de Milei en los últimos días que se han naturalizado en gran parte de la población. A los de uso cotidiano se suman los que atacan al otro por su orientación política como basura socialista, parásitos estatales, inútiles, zurderío inmundo, zurdo de salón, zurdos resentidos, zurdos hijos de puta, zurdos de mierda, populistas de mierda, planeros de mierda, kirchneristas de mierda, mierda populista, mugroso, basura kirchnerista, kukas inmundos, progres de mierda, forros de la casta, degenerados fiscales, basura política, enano comunista, estatistas de mierda, mugre progresista, socialistas resentidos, socialistas de mierda, mugre política de mierda, madriles, y sigue…
Rechazo a la justicia social
Es cierto que parte de la población se plegó a estas campañas, decepcionadas por lo que consideran la inoperancia de la política para resolver los problemas que padecen y acusan a los gobiernos de mala administración de los recursos, falta de transparencia en el funcionamiento de organismos del Estado, escasa eficiencia de los servicios que se brindan y específicamente contra el peronismo se habla de corrupción, enriquecimiento y nepotismo, entre otros. Además, se rechazan las medidas populistas que ejecuta para garantizar justicia social con subsidios, pensiones, financiamiento de proyectos de la ciencia, la medicina, productivos, industriales, invertir en emprendimientos sociales, culturales, artísticos, (la Chaya por ejemplo o la participación de equipos deportivos en torneos nacionales) etc. Por su parte, los grandes grupos económicos no aceptan las políticas de protección de la industria nacional, la limitación a las importaciones y menos su defensa de la distribución del ingreso, el anhelado "fifty-fifty", por el cual trabajadores y empresas se reparten en partes iguales los ingresos que genera el país o más claro salarios altos. Esa situación solo ocurrió en dos gobiernos: Perón y Cristina Fernández.
Por todo eso, se instaló en la sociedad un discurso violento iniciado de manera vertical contra un sector político denominado “la casta” que se difunde simultáneamente de forma horizontal de modo que habilita e incita al resto a atacar o agredir a opositores o a cualquiera que piense distinto con lo que se pone en tensión la convivencia democrática. En nombre del debate democrático, a lo largo de la historia, se han producido enfrentamientos en los órganos de poder que cuando pasan los límites de la exposición de las ideas y de argumentar derivan en actos de violencia física que finalmente tampoco resolvieron los problemas sociales y económicos de la población.
El domingo 26 de octubre, en las elecciones nacionales y provinciales para renovar las asambleas legislativas, será momento bisagra para que el electorado argentino y riojano, se pronuncie por la continuidad o no del modelo económico libertario por un lado y si consolida esta convivencia social basada en la agresividad, la persecución, el rechazo al que piensa distinto y con un discurso de odio a través del cual se difama, hostiga, persigue, discrimina, acosa a personas o grupo de personas.